La expresión "A la lluna de València" probablemente se fraguó a raíz de un hecho fortuito, cuando en el año 1409 un sacerdote Jofre crea al primer centro psiquiátrico del mundo en la ciudad de València. Tras ser testigo del maltrato a un loco por parte de los ciudadanos.
Esto convirtió a València en una rareza y junto al lupanar más grande de Europa ( entre 1325 y 1671) en el motivo para visitar nuestra tierras. Poco a poco y en consonancia con el credo popular se consideró cierto que el edificio de los locos se había creado por necesidad. Que la luna de València tenía más influjo que cualquier otra y que era peligroso tener que dormir al raso bajo su manto. Que podía fácilmente arrastrarte a la locura.
Ni vendedores a las puertas ni mercantes fondeados a espera de puerto querían hacer noche expuestos. De ahí la manida frase que todos conocemos.
Indudablemente, en el siglo XV, más de un extranjero que proyectara visitar València tomaría las medidas adecuadas para llegar antes del cierre de los portales. Quedarse «a la luna de Valencia» le podía convertir en lunático indefenso, y acabar sus días en una jaula de la Casa de Locos de Valencia, desnudo y sin blanca, como observó y anotó Münzer allá por 1494.